Cazorla. Romería de la Virgen de la Cabeza
Vista desde la ermita
Este alocado y cambiante mes de abril, en cuanto a la climatología se refiere, de fríos invernales y calurosos días veraniegos, les ha llevado de nuevo, a miles de romeros y numerosos visitantes que acuden de otras muchas zonas de España, hacia la ermita de la Virgen de la Cabeza... Multitud de personas que han disfrutado entre los pinares de un día excelente de Romería con su Virgen Patrona de Cazorla…; y en la merienda, el buen vino, la tortilla y el rin-rán. Las abundantes lluvias de la semana anterior han colaborado al disfrute de un paisaje incomparable, el de Cazorla, con ese mar de olivos al fondo sur, y al noreste, este y sureste los verdes pinares y los saltos de agua de sus cumbres vigiladas por su castillo de la Yedra. Solamente por admirar este radiante espectáculo de luz y sonidos ya merece la pena subir, y si es posible andando…
Pregonero de la rifa
Poco se ha escrito sobre la Virgen de la Cabeza de Cazorla, si nos referimos a su romería; pero no por ello me ha dejado de sorprender y maravillar un artículo publicado en abril de 1949 por Rafael Martínez Marco desde el Cortijo de Cuarto (Sevilla). Verdaderamente refleja el sentir popular de aquella época donde la tradición se iba respetando al pie de la letra. Hoy en día, aunque el fervor hacia Nuestra Señora sigue latente y se sigue demostrando por la inmensa mayoría de los cazorleños, también se han perdido algunas vivencias de por entonces, porque sin querer la vida cambia, como “el pregonero de la rifa del borrego de la Virgen “, “el hornazo que los niños llevaban colgados de su cuello como una medalla”… En la actualidad la Romería de la Virgen de la Cabeza se celebra el último domingo de abril.
En la puerta de la ermita
Estampa Abrileña¡En veinte pesetas! ¡Un borrego de la Virgen de la Cabeza! ¡A las tres!... Eran las voces del veterano Melero, desgañitándose con el pregón de la rifa; él, con unas migajas de pan en la mano y “un manso” prestado al efecto, hacia callejear al cerril lechal ofrenda de algún serrano, ya desde Santa María a La Tejera, bien de los Posteles a la Cruz de Orea. Por esos días abrileños, el pacienzudo y bonachón maestro don Nicolás, se exasperaba, nos ponía de rodillas o pasaba de cabeza en cabeza de todos los educandos, el enorme cucurucho con descomunales orejas de burro: no había colegial que garrapatease bien la plana letra inglesa o pronunciase académicamente la ñ y j del articulado Catón, aquel de las lecciones “pipa, papa, pepa, pupa”…: el lejano pregón susurraba en nuestros oídos insistente, nos desconcertaba, era una constante quimera, que hacíamos realidad a la noche en agitado sueño, hundiendo las manos temblorosas y acariciadoras en la lana de la almohada, creyendo acariciar al visto borreguillo de blanquísimo bellón, espumoso como el algodón en rama, adornado con chillones lazos multicolores y sedosos pendientes de quedejas, de cara inocente, forzada rehata y balar dolorido, llorando acaso la ausencia de su madre, recordando a sus compañeros de aprisco, o añorando melancólico su libre triscar por montes y regatos.
La peña de los Halcones
Después, aquellos niños afortunados cuyos padres se hacían competidores del “Gato” o “Barriche”, poseían uno, y cual bucólicos pastores virgilianos, los llevarían a pastar las escasas, ralas e insípidas yerbas de las cunetas de la Carretera Nueva o cantones del Camino de San Isicio, mientras duraba aquella pasajera fiebre pastoril, pues luego, pasaría a la piara cortijera, que lo pondrían “cerrao de gordo ya para la Feria, ya para San Andrés en que haría su apaño”. El último sábado del mes, nos dejaban salir de las escuelas antes de la hora acostumbrada, para que en alborozado tropel, todos los zagales del pueblo, al son del bombo y platillo de alegre pasacalle popular y del tronar de cohetes que ascendían como rayos “sabiamente minchados por Pelos”, del unísono balar de borregas, moruecos y corderos, del variado teñir de graves esquilas o argentinos campaniles, marchásemos tras la Bandera y Junta de Hermandad, en pos del rebaño reunido con las ofrendas de los pastores a su Patrona, cual plegarias para que guardase sus ganados “de malas picás de víboras, de escasas parideras, del sanguinario lobo, del ignorado encerraero, del mortal volaero…”
Ermita de la Virgen de la Cabeza
La víspera a la Romería de la Virgen, un viento saturado de aromas de tomillo, salvia y espliego, que descendía por el encrespado pecho de la ermita, portaba en su regazo el alegre campaneo intermitente, ahora lejano, ahora brillante, que avisaba a los romeros preparasen el hatillo, y a la zagalería para que pidiésemos a nuestras madres “el hornazo”: gustoso roscón de pan de aceite con granos de matalahúga, barnizado y dorado de azúcar, que alojaba en su masa artísticamente apresado, huevos duros pintados de rojo, cual valiosísimos granates engarzados en gigantescas sortijas. ¡Que orgullosos lo llevábamos pendiente del cuello sobre el pecho, al igual que la preciada medalla del militar condecorado! ¡Y en verdad, que para ser la primera condecoración de nuestra vida, jamás pudo elegirse más positiva y remuneradora! Pero con el mismo rigor que hoy guardamos los viernes de cuaresma, aquél era reservado hasta el siguiente día.
Ermita
Llegado el domingo, los romeros con repleta cesta de “avio” y generosas damajuanas rebosantes de buen tintorro manchego, con la fresquita de la mañana, Fuente Nueva arriba, por el camino que bordea la huerta de don Aquilino, la de esos pinos aislados, románticos por solitarios, que como corona heráldica del pueblo patentizan su abolengo serrano, iniciarán es ascenso tortuoso, pino y cansino, por mil atajos que engañan a la pendiente, espantando a los lagartos que se carasolean con las tibias caricias primaverales, para soltar el perezoso letargo en que copiosos nevazos les postraron.
Expalnada de la ermita
Ya estamos a la altura de “Las Calles Oscuras”, laberinto geológico de peñascos desprendidos, por cuyas encrucijadas los chiquillos juegan “una partida de bandidos”. El pueblo, a cada paso, va quedando más humilde a nuestros pies; su perspectiva es casi horizontal y las casas pendieron la individualidad que ganaron los patios y corrales; los huertos y jardines semejan verdes pinceladas sobre el tono marrón de un inmenso tejado; cada cual localiza a la suya tomando por punto de referencia los campanarios conventuales de San Francisco, La Merced, El Carmen y San José; nuestro pecho jadea como el de un podenco rastreando; la ermita aparece casi al alcance de la mano… un poco más y ya hallamos su plazoleta. Podríamos cantar con el poeta:
.
Cual alta está la ermita
la cruz muy alta
para llegar al cielo
¡que poco falta!
la cruz muy alta
para llegar al cielo
¡que poco falta!
.
Inflemos los pulmones de este aire puro, “recién hecho”, vivificante, que enjuga la sudor de las calenturientas sienes y acompasa el resuello; abramos dominadora pupila de buitre para abarcar horizontes de tal inmensidad y bellaza; ¡Umbríos rincones de Riogazas y La Magdalena pretenciosos de serranía!; deliciosos hortales de la esmeralda vertiente del Cerezuelo, de gustosas frutas, recatadas fontanas y seculares nogales de amplia fronda que cobijaron amigables tertulias!
Inflemos los pulmones de este aire puro, “recién hecho”, vivificante, que enjuga la sudor de las calenturientas sienes y acompasa el resuello; abramos dominadora pupila de buitre para abarcar horizontes de tal inmensidad y bellaza; ¡Umbríos rincones de Riogazas y La Magdalena pretenciosos de serranía!; deliciosos hortales de la esmeralda vertiente del Cerezuelo, de gustosas frutas, recatadas fontanas y seculares nogales de amplia fronda que cobijaron amigables tertulias!
Virgen de la Cabeza
¡Corazón palpitante de los Molinos de la Hoz, albos cual su harina candeal y en cuyo antiguo caz, acaso contemplara voluptuosa su desnudez, la mora Zoraida del cantar romancesco! ¡Desafiantes crestas del Gilillo, que punzáis al cielo e hiláis madejas de algodonosas nubes! ¡Picacho ingente de La Lagunilla, mirador reservado a nuestra montaraz Capra Hispánica! ¡Bastión de las Cinco Esquinas, atalaya indicadora de peligros a primitivos pobladores! ¡Castillo de la Yedra aún altivo, cargado de siglos con la historia de turbulentos Abderramanes, celosos Arzobispos Toledanos, y codiciosos Adelantados! ¡Pechos del Castillo redondeados como los de una nodriza: Mons Argentarius, famoso de remotas civilizaciones por tus argentadas entrañas; Saltus Tugiensi del romano imperio que te señaló mojón en la división de la provincia Ibérica; solar de la Viola Cazorlana la más delicada y olorosa de la flora patria! ¡Océano ubérrimo de los olivares del Barranco! ¡Los Ángulos, Los Peralejos, La Almedina, filón aurífero de nuestra riqueza nacional! ¡Placidas y generosas vegas de Bruñel, Santo Tomé y Nubla! ¡Incipientes pinares de Burunchel! ¡Pueblos amigos de Peal de Becerro, Úbeda y Baeza, velados en la difusa lejanía! ¡Atolón de Iznatoraf! ¡Peña de los Halcones, dosel ciclópeo de Zeus! ¡Cielo infinito!... ¡Obra de Dios!
Patrona de Cazorla
Entremos al templo que trasmita el olor fresco de las recién encaladas paredes: allá al fondo, vestida de gala, rodeada de exvotos céreos con formas de manos, pies y corderillos, perfumada por los atojos de yerbaluisa y romero, con resplandores de cirios llorosos, nos dará la bienvenida con una sonrisa la Virgen, sí, chiquita y soleada como nuestras novias, que con dulzura contempla a la vieja apergaminada que susurra su rosario de pepitas de algarroba, a la madre que presenta su retoño al Niño Pastor, a la mocica descalza que suplica por quien “sirve al Rey”, al gañán que se persigna a su manera o a aquel cazurro campiñés venido de lejos que en la quietud del templo quedóse “clisao” en un rincón.
Procesión de la Virgen
Son las cuatro de la tarde y el campanil no cesa de repicar por unos zagales que pujan por echarlo a vuelo. Acampadas a la sombra de los soportales o a espaldas de la ermita, familias enteras hacen la digestión entre ameno palique y buches de anís. La plazoleta es pequeña para tanta gente, puestos y tenderetes: allí están Junico y Chicute con las espuertas de “tostaos y repasaos”; aquí Incolaza la Pirulera con sus soldados de caramelo y peras bañadas de azúcar; allá trozos de turrón y coclanes; acá gaseosas y refrescos de limón, acullá por “una chica la tirá toca un mataquintos o un caramelo de San José”.
Vista de Cazorla y la ermita en el cerro
Rebullir de mociquerio que no sabe de la pereza de la hora: alpargatas de coquetonas cintas azules y rojas que trenzan por los tobillos; vestidos relucientes de picantes tonos; “bonicosos sarcillos”; recatada mirada con el rabillo del ojo; contenidas sonrisas; simulados desplantes; abalorios domingueros, primavera de carnes… Chaquetillas pretas; saliveo de cigarrillos; chapetas sonrosadas por las “convidas”; garrotillas de clalán; “garraspeo” insinuante; algo de chiste y algo de piropo; encontronazo rebuscado: algunos se “echarán novia” “pues el ánimo está salio” y la primavera pondrá el resto. Otros, ya la pelan al borde de una trocha o encaramados en la cima de un peñón. Estampidos por doquier de los cohetes de promesa; “bodrio” de voces; alguna eufórica melopea.
La Virgen llega a Cazorla
En aquel rellano, el bajo, el bombo y un trompeta, atacan con valentía los compases de “Banderita tú eres roja”, y el resto de la Banda Municipal apura la tercera damajuana que la Hermandad costea; en aquel otro lado, al rasgueo de una guitarra nace un fandango, y más allá no se ve nada por las nubes de polvo que levantan el arrastrar, brincar y bailar de parejas; calor y sudor; vida. Se entona la Marcha Real, los vivas y estampidos redoblan su clamor, la Virgen se balancea sobre una muchedumbre que forcejea por cargar con los varales, y con el tintineo de las campanitas de plata que penden del palio, las hileras de la procesión se forman y derraman por la falda de la montaña; el sol agoniza; la tarde cae tras el telón crepuscular y sonrosado; un lucero curioso y atrevido guiña el cielo a sus compañeros para que osen competir con las velas que lucen en la tierra; el pueblo pestañea su noche por los balcones y ventanas, y cuando se pierden en el vacío los postreros murmullos acompañados quizás con músicas celestiales, un eco parece aún flotar sobre Cazorla que dice: ¡Viva la Virgen de la Cabeza! ¡Viva Nuestra Patrona!
Excelente serie de fotos de la Romeria de la Virgen de la Cabeza, por lo que se observa os lo pasasteis bastante bien, yo tambien asistí a una romeria de la Virgen de la Cabeza, pero esta fué en Alcudia de Guadix-Granada, muy bonita tambien.Saludos!
ResponderEliminarCaro amigo, bela sequência de fotografias da Romaria da Virgem de Cabeza, e de lindas paisagens !
ResponderEliminarUm abraço
Preciosas fotos y entrañable texto, que al leerlo me ha parecido estar allí aunque lo único que conozco de tu tierra es lo que descubro cada vez que me asomo e esta ventana (que no es poco).
ResponderEliminarBesos.
Muy buen reportaje. Me ha encantado.
ResponderEliminarYo también acabo de poner en mi blog la romeria a la Virgen de Linares, que se celebró ayer. Lástima que no pudiera ir.
Excelentes fotos, en la tierra de Cazorla te deberian estar agradacido por este servicio, un magnifico trabajo, muy currado
ResponderEliminarsaludos brujos
Hola,lo habrás leido muchas veces pero es verdad, me encanta tu blog, yo que voy todos los años a cazorla y no vivo ahi, ver tus fotos me da mucha alegria sobre todo ver muchos de sus rincones y ademas su historia.Un saludo y magnífico trabajo.La visitaré más de una vez.
ResponderEliminarAbraham, magníficas fotos. Hace años que no voy a Cazorla, aunque espero volver pronto a mi tierra.
ResponderEliminarSaludos desde Castellón.