Los hermanos Machado en Cazorla (1912)


...choperas, bañadas por el agua impaciente del Cerezuelo

“…Hay unos repechos de cierta altura y al fondo, en un lujurioso y estrecho valle, casi una cañada, aparece la escondida Cazorla. Se ha dejado un poco atrás el Guadalquivir cruzado antes de llegar a Peal, pero aquí las aguas cantan una canción especial, que no es la de las fuentes de Granada, sino un sonido que tiene tintineos de esquila y eco perdido de canción de pastor. Hay ya cascados en el puente de Vadillo, con hileras de álamos y tupidas choperas, bañadas por el agua impaciente del Cerezuelo. Nace arriba, en unas peñas altas y renegridas y baja cantarín y alegre para entregar su música a la ciudad en la garganta u hoz que da nombre al pintoresco barrio que le bordea y para esconderse bajo la plaza de Santa María hasta de nuevo seguir su ruta cantarina y trotona.


Bajo esas rocas la ciudad parece indolente y recostada

Para ver a Cazorla hay que realizar un pequeño sacrificio. Realizar una ascensión por algunos de los caminitos que bordean las rocas valientes que parecen amenazar con hiriente agudeza la pintoresco poblado. Bajo esas rocas la ciudad aparece indolente y recostada. No nos resistimos a transcribir una decepción de uno de sus hijos que con pluma fácil y cálida tanto ensalza y que dice así: "Aparte los viejos castillos, mitad moros, mitad cristianos, fortalezas de defensa y bases de alardes guerreros, que nos recuerdan jornadas gloriosas de gloriosos Adelantados, dos tipos de construcciones se levantan en las calles de nuestro serrano pueblo: las unas son edificios religiosos, con grandes moles de fábrica o pequeñas ermitas camperas, y las otras son viviendas particulares.


Así son los viejos y pobres barrios del Castillo

Las calles son empinadas y retorcidas, estrechas y quebradas, y reflejan la raíz mora en su urbanización, conservando un ambiente medieval y albaicinero, al que dan carácter aquel alero volador o este balcón corrido, con barandal de madera. De vez en vez están animadas por una fuente de agua alegre y cristalina, ya de piedra labrada por canteros renacentistas o barrocos, ya de ladrillos blanqueados, con marcado sabor cortijero. Casitas encaladas, construidas de rudimentaria mampostería, tejas morunas y oscuras y a veces, parrales en las pequeñas puertas. Así son los viejos y pobres barrios del Castillo, de la Hoz y de la Peña del Rey, en los que no cabe un plan urbanístico que no respete aquel tipismo antañón. En el centro, una edificación abundante de altas casas, por muchas calles, que forman un núcleo extenso y parejo…”


...la cordillera del Gilillo y al poniente los cerros del Castillo

La ciudad está rodeada de altos vigías. La peña de los Halcones, calificada por un escritor de fantástica peineta, flanqueada por la no menos elevada roca de la Virgen de la Cabeza; más al sur la cordillera de Gilillo y al poniente los cerros del Castillo, de la Yedra y de la Cinco Esquinas. Hacia el este se abre el panorama de una huerta frondosa, moteada de álamos y cipreses y hasta el anticipo de algunos pinos que son como embajadores de la sierra cercana. En Cazorla abandonaron los excursionistas la tartana y su viaje a pie. Los hermanos Machado sentían deseo de conocer la sierra y llegar hasta el mismo nacimiento del río Guadalquivir. Después del descanso conveniente, en una mañana algo neblinosa inician la marcha.


...fantástica silueta del castillo de La Iruela

Abandonan la hermosa ciudad con la primeras claridades del amanecer y dejan aquel imponente vigía que es la Peña de los Halcones para bordear, más tarde el castillo de las Cuatro Esquinas, algunas de cuyas piezas están escalonadas en planos trazados en la roca viva; camino adelante pronto se divisa la fantástica silueta del castillo de la Iruela, plantado en medio de la ladera y como protegiendo la paisaje risueño de las huertas que se derraman hasta el arroyo cercano. Camino y más camino, en el que se anticipan los paisajes variados; una simpática aldea, la de Burunchel y más allá una ascensión penosa, para alcanzar el grandioso Puerto de las Palomas. Antonio Machado, que inicia la ascensión profundamente emocionado por el recuerdo de las que hiciera en los montes de Soria, según cuentan sus biógrafos, descubre por vez primera el panorama de aquel hermoso trozo de la naturaleza.


...la campiña con su llanura sin fin, con sus olivos,...

A mil doscientos metros sobre el nivel de mar, con una panorámica de extraordinario contraste, la vista no sabe donde va extraer un mayor gozo, una belleza más depurada. Son dos realidades las que se ofrecen a la visión emocionada: de un lado la sierra cuajada de pinos, ennegrecida de manchas y manchas profundas, que solo alteran su uniformidad con las salpicaduras graciosas de las casas forestales y los cortijos. Entre los audaces picachos de caprichosas figuras se abren valles solo entrevistos y los más cercanos, con el adorno de esa cinta plateada que es el Guadalquivir armonioso y suave. Y de otro, la campiña son su llanura sin fin, con sus olivos, con sus tierras calmas, que se pierde en la lejanía. El espectáculo no puede describirse con la plenitud de matices que encierra.


...paisajes escondidos que nunca se olvidan.

Todos los que lo hemos visto una y otra vez, en los cegadores días veraniegos o entre la brumas de la niebla en los de invierno, hemos sentido emoción y se nos ha despertado una nueva inquietud. “La más ansiosa codicia de la lejanía se satisface aquí completamente” dijo un escritor y llevaba razón. Pero la belleza de los parajes no había de acabarse en esta primera impresión, grabada profundamente en el alma del poeta. Había que descubrir muchos más horizontes y llenar sus ojos de paisajes escondidos que nunca se olvidan. Desde la altura hay que descender suavemente por los Chorrillos hacia un espléndido valle; otra vez el río, con sus aguas cristalinas y en cuyos remansos saltan las truchas juguetonas; el Vadillo del Castril, ameno lugar abierto en la espesura de los pinares que aquí forman como un inmenso palio por el que tenuemente se filtra la luz del sol. Descansar allí es una verdadera delicia, sobretodo después de la penosa ascensión al puerto indicado.


...lanzan sus aguas claras hacia el río...

Ya la excursión seguirá el curso del río hasta su nacimiento. Una escapada a la Fuente del Oso, una de las mil que lanzan sus aguas claras hacia el río que con ellas crece, que casi enfrente tiene la estampa agreste de la Cerrada del Utrero, garganta profunda y la que hay que atravesar después del puente de la Herrerías, primero que monta al Guadalquivir recién nacido y que dice la tradición lo construyeron en una noche los caballeros de Isabel la Católica, para que lo cruzara la reina en su camino hacia Granada. Casi imperceptiblemente la ascensión se va efectuando hacia el paraje culminante; hacia la llamada Cañada de las Fuentes a mil trescientos cincuenta metros sobre el nivel del mar.

...con un poco de ruido nace el Guadalquivir...

Un silencio augusto tan solo turbado por el leve ruido de una suave brisa que agita las hojas de los pinos. En un profundo y ameno vallecito, con humildad y con un poco de ruido nace el Guadalquivir. Parecen protegerlo grandes piedras de agudas aristas, pero él sale de las entrañas, callado pero vivo salta con el impulso naciente y da su primer gemido. Al poeta le impresionó aquello profundamente y dejó más tarde correr al compás de un fluir como el del río la emoción nostálgica, prendida en los versos que dicen así:

¡Oh Guadalquivir!
Te ví en Cazorla nacer;
hoy en Sanlúcar, morir.
Un borbollón de agua clara,
debajo de un pino verde,
eras tú, ¡qué bien sonabas!
Como yo, cerca del mar.
río de barro salobre,
¿sueñas con tu manantial?


...descubren el paisaje de más vuelo de la sierra.

En aquellos lugares la grandeza del cielo se abrió el día de la visita en el rugido de una tormenta. Allá están nuestros excursionistas y entre los altos paredones de piedra retumban los truenos con horrísono estruendo. Zigzaguean las chispas eléctricas que descargan con furia en las copas de tambaleantes pinos como latigazos y descienden las aguas con violencia desde el Cerro de las Cabañas, enturbiando las fuentes cristalinas. Machado y sus acompañantes han de buscar refugio en la casa forestal cercana donde pasan la noche. Después de la noche tormentosa la mañana abre un horizonte terso y lúcido. Nuestros excursionistas ascienden a la cumbre cercana, a dos mil veintisiete metros sobre el nivel del mar y descubren el paisaje de más vuelo de la sierra. ¿Quién sabe si en la amanecida vieron triscar y correr los preciosos ejemplares de la “Capra Hispánica” y saltar las ardillas de un pino a otro y escucharon el trino de los más raros ejemplares de aves que anidan en las espesuras que alfombran los contornos cercanos?


"Todo es, en aquella sierra, grande, majestuoso...

La limpidez del ambiente es admirable. Un cielo sin celajes permite extender la vista hasta más allá de las cumbres penibéticas y dicen que hasta la línea divisoria de la costa del Sur aparece con la ayuda de prismáticos. Carecemos de fuerza descriptiva para captar como en una fotografía inolvidable ese paraje. Hemos acudido a plumas de más brillo que la que ensarta este modesto pegujal y en el documentado y bien escrito libro de don Luis González López, titulado “Paisaje Forestal” hallamos la mejor exaltación de la Sierra de Cazorla, encontramos una síntesis lírica de Muro García que no nos podemos resistir a ofrecer al lector. Dice así: "Todo es, en aquella sierra, grande, majestuoso, diríamos que solemne: con una solemnidad augusta que recoge las almas y las concentra en sí mismas, y las sume en unos a modo de éxtasis, que engendran el más puro deleite artístico; todo es magnífico, con sublime magnificencia: aquel cielo azul cobalto, sereno y radiante, que cobija tanta grandeza; aquellas soberbias moles de piedras gigantescas, colocadas al parecer caprichosamente por manos de titanes que pretendieran escalar el cielo; aquellas alturas

...se mezcla el aliento balsámico de los pinares

- desde donde la vista descubre amplios horizontes y risueños panoramas -, coronadas de enormes rocas cubiertas de musgo, como peladas a punta de tijera, que afectan multitud de formas en que la fantasía popular adivina las líneas y contornos de personas y objetos y animales; aquellos vergeles deliciosos, donde crecen toda suerte de arbustos, y en los que se mezcla el aliento balsámico de los pinares, con el acre aroma penetrante de los enebros, y las gratas emanaciones del tomillo, la savia, el romero y cien otras aromáticas plantas; aquellas masas de estas arboledas y aquellos macizos naturales de flores silvestres que se asoman al borde de profundos barrancos, y festonean los inmensos precipicios, y se miran en el cristal de los arroyos bullidores que por todas partes corren con grato murmurio, sueltas las parleras lenguas, en competencia con las miríadas de pájaros cantores que anidan en la floresta umbrosa;


...aquellos prados tapizados de fina y menuda hierba,

Aquellas cañadas, misteriosas y profundas donde apenas penetran los rayos del sol, tibiamente iluminadas por una luz discreta, como cernida a través de la espesura de las hojas; aquellos prados tapizados de fina y menuda hierba, regalado pasto de numerosos rebaños que alegran con el tintineo de sus esquilas aquellas soledades melancólicas, engendradas de los más dulces sueños…Y entonando el cuadro vigoroso de la Naturaleza ofrece allí a los sentidos se destacan entre la espesura algunas blancas casitas, modestas viviendas de humildes labriegos, que roban pedazos de tierra a sus naturales producciones, y rasgando su seno virgen con la reja del arado o el cortante filo de la azada, la cultivan, más que con ansias codiciosas, con verdaderos mimos de tierno enamorado”.


...coronado por el castillo y la Peña Negra...

Tras las horas de contemplación de aquellas maravillas la excursión continúa. Hacen un giro los caminantes y descienden de las alturas gozosas. Se dejan las vertientes del Sur tan añoradas, con las fuentes sonoras del Guadalentín: se abandona este fecundo monte Argentario como le llamara Estesicoro 600 años antes de J.C. Pronto se divisa el ameno y riente valle de Tíscar, que cambia la decoración de una nueva variante de colorido. Vuelven las huertas a dar su fragancia especial, vuelven los frutales a ofrecer su perfume, vuelve la tierra a manifestar el cuido del hombre y el sentido geométrico de la labranza. Las torres de vigía escalonadas en los picachos de la Sierra de Quesada indican que esta era la puerta del Sur y bien que se batieron árabes y cristianos por su posesión o conquista.

...en una gran oquedad está emplazado el Santuario...

En una gran oquedad de la pelada montaña está emplazado el santuario, coronado por el castillo y la Peña Negra, símbolo de la arrogancia y la valentía de un puñado de hombres que, mandados por Pedro Hidalgo, asustaron a un potente ejercito árabe que reconquistó en 1600 aquellos lugares. El lugar es pintoresco y su contemplación ofrece a Antonio Machado la ocasión de pensar en unos versos de gran fuerza evocadora; las imágenes del poeta son recias como el paisaje y nos sitúa en la verdad de aquel lugar:


Es la Virgen de la Sierra.

En la sierra de Quesada
hay un águila gigante,
verdosa, negra y dorada,
siempre las alas abiertas.
Es de piedra y no se cansa.

Pasado Puerto Lorente,
entre las nubes galopa
el caballo de los montes.
Nunca se cansa: es de roca.

En el hondón del barranco
se ve al jinete caído,
que alza los brazos al cielo.
Los brazos son de granito.

Y allí donde nadie sube
hay una virgen risueña
con un río azul en brazos.
Es la Virgen de la Sierra.


...luz solar que reverberan en las pulidas rocas...

Es en verdad, la amorosa virgencita que en la ermita del Santuario recibe una de las más emocionantes ofrendas de amor que hayamos visto. Allá en el tiempo en que doran los pámpanos de las hermosas vides de esta tierra gentes de toda la comarca de las Cinco Villas, vienen aquí generalmente en viaje a pie, atravesando serranías, para ponerse bajo su protección y amparo en una pintoresca romería que tiene un encanto singular. No es la romería andaluza. Aquí las gentes hablan sin ceceos y sin cortes en las letras silbantes. Aquí la pronunciación tiene una rotundidez castellana y en el colorido de la fiesta hay un especial tono de belleza, de moderación, de piedad sencilla pero honda, que nos sugiere mil motivos de grandeza espiritual.

...los Valles de Fique...

La tradición dice que la Virgen fue deshecha por el alfanje del moro y arrojada a la Cueva del Agua. Abajo, en el barranco ese que canta Machado, en uno de esos poderosos brazos de granito, se abre un gran corte vertical. Es una fantástica entrada en esta como bóveda natural que cierra en un agudo vértice de caprichosa y bella forma; de allí a un espacio abierto, sugestivamente iluminado por haces de luz solar que reverberan en la pulidas rocas y tras otra angostura, una laguna de agua limpia que permite ver hasta su fondo. De allí sacaron los cristianos los trozos de la imagen traída por San Eufrasio y la recompusieron los artífices cordobeses. Esa es la Virgen risueña que encantó al frío poeta sevillano.


Hemos visto a Quesada, campesina y señorial...

La excursión está vencida. En el camino tortuoso para Quesada todavía queda tiempo para beber el agua famosa de la fuente de la Raja y bordeando el Cerro Vilar asomarse a los Valles de Fique con sus numerosas cortijadas para entrar de lleno en la población. Hemos visto a Quesada, campesina y señorial, pero la hemos adivinado mejor en aquel cuadro de Zabaleta que nos da una visión subjetiva de la amplia plaza con los olmos simétricos y al fondo la realidad de su paisaje de sierra, simple, cordial y ampliamente protector. Allí vuelven nuestros excursionistas a tomar la tartana que les llevará de nuevo a la ciudad de Baeza. En sus confesiones -¡tan pocas!- Antonio Machado dice que esta nueva excursión le refresca y la reintegra al sosiego. El paisaje de las tierras del Adelantamiento le ha servido para equilibrar su espíritu, para ahuyentarle los recuerdos turbadores y devolverle la calma que le hará fecunda y hermosa su obra creadora.

ANTONIO MACHADO EN LA PROVINCIA DE JAÉN
HACIA “EL BORBOLLÓN DE AGUA CLARA…”
Autor: José Chamorro Lozano

Comentarios

  1. Hola, que texto más precioso y que bien acompañadas por las fotos. Casí me ha parecido estar recorriendo esas calles y rincones. Un abrazo



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  2. Un saludo muy cordial Abraham y...¡Felicitaciones y agradecimientos por compartir tu Blog tan esmerado! Verdaderamente haces surgir con tus hermosas fotografías y comentarios, el anhelo de conocer tan preciosa tierra...

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  3. Muy bonito el blog e ilustrado con buenos textos.
    Mis felicitaciones.
    Un saludo

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  4. Precioso reportaje y precioso blog.
    Nosotros conocemos un poquito de la provincia de Jaén pero nos queda pendiente Cazorla y sin duda algún día nos perderemos por esas tierras maravillosas.
    Un saludo.

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  5. Genial, tu entrada tiene una gran belleza y además acompañada de esos versos tan maravillosos del Maestro. Gracias Abraham.

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