Datos Históricos del Castillo de Cazorla (V)


V. Valores Espirituales

Castillo de deleite espiritual

...turbando un silencio de siglos

Hasta ahora nos hemos ocupado de elementos y valores de puro valor pretérito, o de mera significación real y material, pero es el caso que, al lado de los mismos, existían otros, sin estancamiento temporal, tan de ayer y tan de mañana como la pura fantasía – leyendas – y como la pura emoción estética – literaria o pictórica - , o de proyección hacia el futuro, con sus hondas raíces en el pasado pero con latidos e inquietudes de existencia viva. La leyenda, espuma, gracia y perfume de la historia, floreció en torno de nuestro castillo: fue Alcalá Menezo el primero (1884) que, en tiempos de imprenta, sitúa en la fortaleza cazorleña a personajes históricos y escenas legendarias de su “Pedro Hidalgo o el Castillo de Tíscar”, bellísima novela histórica y local, que aunque toda ella transcurre en los horizontes que tienen por eje Quesada-Tíscar-Velerda, no podía faltar un Adelantado de Cazorla, que apretara los lazos espirituales, de hermanas gemelas, entre Quesada y Cazorla.

En la falda...están las casas encaramadas


...imponente mole prismática

Alcalá Menezo describe así la Torre Homenaje: "Aquella airosa torre coronada de almenas parecía constantemente guardián de la ciudad, y sus cuatro calados aljemeces, divididos por delgaditas y graciosas columnas, parecían los cuatro ojos siempre vigilantes, siempre observando si por algún lado venía algún peligro para los tranquilos habitantes, que, confiados en esta perpetua vigilancia, dormían sosegadamente apiñados al regazo del castillo”. Después es Antonio Barrutia quien dedica primero un bello artículo en prosa para narrar una fantasía legendaria en torno del Castillo, y después una leyenda romanceada inspirada en el mismo tema: “Tan solo vi las ruinas: - almenas desmoronadas, - murallones carcomidos – y destruidas almenas -; las yedras de las paredes, - el liquen entre las rajas, - en las almenas la yerba, - jaramagos en las tapias, - en la torre los murciélagos – y en los reductos las zarzas”.

La noche de la Tragantía


Al regazo del castillo

Y mas luego Florencio Gómez Ortega es quien romancea también la conquista de Cazorla por don Rodrigo, con alusiones soñadas a episodios bélicos acaecidos en la fortaleza cazorleña: "Del Castillo, en alud, - muchos musulmanes bajan – a reforzar al fiel – que pierde terreno y calma. – Las banderas que en la torre – del homenaje se alzaban, - cayeron al ancho foso – a fieros golpes de hacha – y en su lugar ya flamean, - como dos gigantes llamas, - las enseñas victoriosas – de Clavijo y de las Navas. – Y la cruz, signo glorioso – de redención, se levanta – acogedora y humilde – en el centro de la plaza”. Pero el castillo tiene una leyenda propia muy cazorleña, la de “La Tragantía”, princesa mora encerrada por su propio padre, con sus doncellas, en la mazmorra, en la hora de la conquista del Castillo por los cristianos, para liberarlas de los abusos de la soldadesca conquistadora, y en la esperanza frustrada de una inmediata recuperación de la fortaleza en el caso de que se perdiese. Fallada aquella esperanza, la princesa y sus doncellas murieron en la mazmorra presas de los más terribles sufrimientos que les impusieran el frío, la sed y el hambre; y encarnada después en un fantasma terrorífico, todos los años, en la noche víspera de San Juan, aniversario de su muerte, toma venganza en los hijos de los cristianos, con una tonadilla mortal, de lúgubre música, que dice así: "Yo soy la Tragantía, - la hija del rey moro; - el que me oiga cantar – no verá la luz del día – ni la noche de San Juan”.

La torre impávida...

viejos muros...

Al lado de esta fantasía legendaria, el Castillo ha inspirado también las musas literarias en todos los tiempos: ya en el siglo XVII, un viajero que se creyó luego que fuese el obispo de Segorbe, don Juan Bautista Pérez – hasta que Rivera Recio demostró lo anacrónico de la imputación – alude a él en estos términos: "Cazorla, cabeza del Adelantamiento, tiene su asiento entre dos sierras. La una se llama de Los Alcones porque son famosos los que en ella se crían, la otra se llama de Salvatierra, por una torre de cinco esquinas deste mismo nombre, edificio antiquísimo que está en lo más alto de la sierra; y a la falda el “Castillo de la Yedra”, tan famoso por su fortaleza y sitio que se reputa por inexpugnable, donde está la torre antigua y fortísima que llaman del omenaje, y en ella en diez partes hay otros tantos escudos de piedra con la banda y blasón de Sandoval, que por ser tan antiguo este edificio y no saberse el origen de su fundación ni aver memoria de quien puso los escudos de armas, se tuvo por maravillosa señal al tiempo que se aprehendió la posesión de aquella torre por el ilustrísimo Cardenal Sandoval y por el excelentísimo duque de Lerma, cabeza de la excelentísima Casa de Sandoval”.

...sus abatidas murallas derraman entre las peñas

...paradigma de su hidalguía

Alfredo Cazabán dedica también unas breves líneas a esta fortaleza, por la que siente una gran admiración: "Tiene Cazorla, maravilloso pórtico de su sierra…un magnifico castillo…El castillo, gana a muchos famosos, por su posición y por su historia, en lugar y en dominio, de insuperablemente bellos panoramas…El castillo es de deleite espiritual. El castillo está enriquecido con un excelente cuidado, para su tesoro actual…ante accidentados jardines y abruptas sinuosidades del terreno…Lo levantaron allí los árabes primero y los Adelantados después”. Pero fue José Redondo Tapia, maestro y poeta, quien así describe las impresiones sentidas por un forastero durante una visita a la fortaleza: "Continuando barrio arriba, llegamos al Castillo de las Cuatro Esquinas. Si este famoso castillo lo viste desde lejos, te darías cuenta, lector, que la sierra le hizo regazo en la sombra. La sierra se replegó un poco más arriba, y a un lado y a otro, para cobijar al castillo y a cazorla entera…penetremos en él por la parte baja, por esta puerta negra de años, sobre la que destaca en relieve un escudo tantas veces centenario…habremos de abrirnos paso con las manos, entre desgarrones, por estos jardines abandonados, en los que crecen hacinadas y en completa profusión las hierbas y plantas más feraces.

...la Sierra le hizo regazo en la sombra

...refugio de princesas y doncellas

Varias piezas del Castillo están escalonadas en planos trazados en la roca viva. Los jardines, un amplio patio interior descubierto, en cuyos viejos muros, agrietados, crecen, raquíticas, hierbecillas silvestres; las primeras habitaciones de la fortaleza, con puerta de salida a esta parte alta de la ladera, y, por último, ya detrás de la roca, la imponente mole prismática del castillo mismo. Conforme vamos ascendiendo somos invadidos de las más diversas emociones. Pero, sobretodo, una vez arriba, en todo lo alto, es la emoción del paisaje la que sobrecoge el ánimo y embarga el alma, que queda extasiada y dichosamente adormecida en la contemplación de uno de los más bellos paisajes que pudo soñar la fantasía humana. A un lado Cazorla, tendida indolentemente al pie de la sierra, con sus blancas casas relucientes al sol, entre el verde follaje de su alameda; encima de Cazorla, replegada en si violentamente para no caer sobre ella y aplastarla, la sierra, la sierra incomparable, con el barandal magnífico y gallardo de la Peña de los Alcones, al que la Sierra se asoma para saludar a la dilatada campiña cazorlense, que se extiende al otro lado del pueblo en una remota aspiración de lejanías…Descendamos ahora hacia la base del Castillo. Nuestras pisadas resuenan en su interior delatoras, como turbando un silencio de siglos.

Castillo como bastión de guerra

A un lado Cazorla

Un grajo, asustado, aletea en el recinto, encuentra al fin una salida y en raudo vuelo corta el espacio azul…Por la puerta de la parte alta de la ladera salimos del castillo. Y enraizadas en sus cimientos – entrañas profundas de vejez – vemos como crece la higuera horaciana, y el místico ciprés, y los álamos altísimos, desnudos, que se enderezan, esbeltos y gallardos, en una aspiración imposible hacia la cúspide de la fortaleza. Estos álamos y estos cipreses, creciendo aquí, al lado de la mole inmensa, nos producen la impresión de vigías jóvenes de la vejez, porque vejez venerable es ya en esencia este castillo que, en las noches cuajadas de silencio, bajo un cielo constelado de estrellas, cuando los negros grajos graznen dentro de él y el viento se desgarre en jirones es sus esquinas peladas, ha de dormir un sueño de temores y miedos…”. Calando aun más en la psicología del Castillo, ese buen literato y formidable periodista que se llama Juan Pasquau, escribió de él: "Cuando he estado en Cazorla, he ido siempre, lo primero, al balcón de la Herrería. Desde allí veo todo cuanto puede desearse. Naturaleza en trance de borrasca: la sierra al frente, la sierra a un paso. Y, además, historia encrespada: El Castillo a la vista. Me emociona el contemplar esos bajeles históricos que son los castillos. Me emocionan en cualquier lugar y momento. Pero mucho más cuando los castillos arbolan su nostalgia, zozobrantes en una desigual orografía de contraste. Parece que entonces, desde su altura, nos lanzan un S.O.S. de urgencia, atormentado.


abruptas sinuosidades del terreno...

Castillo de las Cuatro Esquinas


Su torre impávida, sus piedras derrotadas, sus abatidas murallas derraman entre las peñas. Su orgullo, a salvo. El castillo de Cazorla es una paradigma de su hidalguía. No se rinde. Ningún castillo se rinde. Pero además, el castillo de Cazorla, clama, tonante, su réplica. ¿Réplica a quién? El, es historia erguida, indomable vis a vis, con la inmutable presencia geológica. Es una bandera humana, es una afirmación. Es un sí de la obra de los hombres, encaramado con la confusión católica. Es un castillo pascaliano. “Pienso que me podéis – aparenta decir a las crestas vecinas – pero sé que pienso…”. ¿Piensa? En la falda de la eminencia que sirve de pavés al castillo están las casas encaramadas – casi cipreses - , están las huertas, los paredones leprosos, más que vetustos ¿Cómo desconocer que la verdad vigilante de la fortaleza antigua imprime carácter a su contorno? No creemos en la ruina de los castillos. No deduzcamos nunca una inutilidad, de su anacronismo. Los anacronismos, ¡ay!, nos salvan. Es lo fundamental lo que nos condena…No sirve, no funciona, el Castillo como bastión de guerra. No obstante, actúa como catalizador de sanas, imprescriptibles, virtudes. Perdonadme una posible pedantería, pero estoy por decir que el castillo es una glándula endocrina en la vida de la ciudad a quien da rango ¿No regula, él, con frenos líricos y épicos, la velocidad – ni lírica ni épica – del actualismo, “enfant terrible”? Extirpar de un pueblo la vocación, quitarle el momento, la tradición, la historia o el castillo y habrá perdido – estamos seguros – el equilibrio”.


La Sierra se replegó un poco más arriba...


...indolentemente al pie de la Sierra


Si tal es la interpretación literaria que unos artistas, los poetas, han dado del Castillo de Cazorla, otros, los pintores, tantos como nacieron o pasaron por este pueblo, transmitieron la suya, con sus magníficos pinceles, a paneles o lienzos: El pintor anónimo y realista, del siglo XVII, de la Capilla de los Nerios, estudiado por mí en otra ocasión; aquel cómico de la lengua, también artista anónimo, que pintó, hace tres cuartos de siglo, el telón de la boca del “Teatro La Merced”, que todos conocimos a través de sus reiterados retoques; Martín Merino, pintor de “La Reconquista” y “Los Fueros” de Cazorla, que engalanan las salas capitulares; Domingo Molina, “Premio Guadalquivir 1958”, etc., etc. Repetimos: sin dejar uno, cuantos pintores pasaron por Cazorla, sintieron la “llamada” del paisaje del Castillo. Incluso aquellos que no lo pintaron, como le ocurrió al fino temperamento artístico de Martínez Hermosilla, que le rindió su aún más fino homenaje, creando el “Premio Sierra de Cazorla”, para pintores de paisajes locales.


emoción del paisaje


una remota aspiración de lejanías...

Y mirando hacia el futuro, por cuanto al Castillo refiere, es también a Martínez Hermosilla a quien Cazorla debe mucha gratitud, porque él inició su posible recuperación para el pueblo, ya que esta histórica fortaleza nunca debió salir de su patrimonio. Si ello llega a ser una realidad, hemos de dividir nuestro agradecimiento entre el iniciador de la empresa reivindicadota y quien la lleve, por fin, a feliz término. En tal supuesto, el Castillo, bajo la guarda y conservación del “Concejo, Justicia y Regimiento” de la ciudad de Cazorla, como inestimable joya artística, no podía tener, a juicio nuestro, más que un noble destino, tan distinto al de su explotación mercantil por manos mercenarias, o al capricho lujoso de personas sin vínculos espirituales con lo nuestro, pero con dólares suficientes para satisfacer sus vanidades.


entrañas profundas de vejez...


historia encrespada...

Este noble destino sería transformarlo, con la ayuda de la Dirección General de Bellas Artes y Asociación Española de Amigos de los Castillos, en un museo del Adelantamiento, para lo que reúne los requisitos indispensables: una estancia inferior para restos arquitectónicos, de los que tan pródiga es esta región y que tan expuestos están a posibles pérdidas, que tanto quieren decir como olvido total de nuestra misma historia; otra estancia media para obras de arte clásico – procedentes de donaciones o depósitos -, ya que algunos quedan aún entre nosotros a pesar de los expolios y profanaciones sufridos, y otra estancia superior para obras modernas: premios “Sierra de Cazorla” y “Guadalquivir”. Y aún podrían alegrarse estas dos últimas piezas, con productos típicos y folklóricos de la artesanía local, cuyo olvido sería superlativamente lamentable: trajes regionales, viejos aperos de labranzas, artefactos de antiquísimas almazaras, utensilios de pastores y gañanes, etc., etc.

El castillo a la vista

...blancas casas relucientes de sol

Para que ello sea más posible, el Castillo cuenta, incluso con una buena vivienda, que podría adaptarse a un conserje-guardián-jardinero, todo en una pieza; y en su estancia de entrada por el sur, podría instalarse un bar, atendido por el mismo conserje, que sirviera sus existencias y bebidas en el jardín de tan bellos miradores, a posibles turistas futuros, e incluso a cazorleños curiosos de la historia y de la belleza que llegarían hasta allí, donde no alcanzarían, en cambio, inoportunamente aquellos otros burgueses de cómoda y ramplona monotonía cotidiana, ambientados en los refinamientos de una técnica mecánica servil, cuyos afanes y ociosidad no llegan más allá de donde puede llegar buenamente el lujoso automóvil en que acostumbran a viajar.


Por el “Licenciado Pedriza”

Boletín del Instituto de Estudios Giennenses

Comentarios

  1. Que chulas las imagenes, has sabido captar a la perfección hasta el último detalle de la belleza de ese castillo. Gracias por la información...

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  2. Una entrada enriquesedora, he disfrutado leyendola.
    Un abrazo Abraham

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  3. Hola, que bonito este castillo, te has lucido con la entrada, muy completa y con fotos muy bonitas. Un saludo

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  4. Hola Abraham, me he acordado muxo de tí estos días. Estuve en Cazorla desde el 11 al 14 de noviembre. Visité la plaza de Sta María, Museo de Artes y Costumbres, Los Merenderos, Riogazas, El Chorro.....etc. Solo tengo una palabra para definirlo todo: ES-PEC-TA-CU-LAR. Un abrazo.

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