Canto al Guadalquivir. Poesía

"Tu calma me navega"
¡Uad el Kebir del beso, del jazmín y del nardo
yo te canto! Tú eres el río jardinero
de España, porque riegas la blanca Andalucía
y vas sembrando rosas y juncias al crepúsculo.

Las ramblas de Cazorla te ciñen sus mantillas
de césped y el tomillo te embalsama y orea.
Cascadas y jarales te susurran el aura
en la cuenca imprecisa de la gran cordillera
Mariánica que bañas. Después, ya Río Grande,
ya Tarteso, ya Betis, ceñido a los estribos
de la Sierra Morena, tus tornos divagantes
en rocas hipogénicas tallan la falla bética
para que, suavemente, entre vergel y olivo
el regazo moruno de Córdoba te meza
tamarindos y espliegos, lentiscos y claveles.
"Senda de reflejos"
¡Te canto porque eres río de nuestras vidas
y perfumas el seno más fecundo de España!...
Por tu liquida senda dormida de reflejos
boga el esquife blanco con un cuerpo de cisne
y el bergantín dorado de la dulzura mía.
Las áureas mariposas se valen de tus brisas
para empolvar con iris la gasa de sus alas
y el más fino requiebro de tus húmedos labios
hace trepar la yedra de la alfarera Itálica.
"Río Grande"
Con el leve murmullo del arpa de tu cauce
Córdoba se despierta y sueña mi Giralda
y reclinas la estela del ala de mi noche
y perfumas mi pecho con miel de limoneros.
Por campos de Tablada, leyendas de alquiceles
y en tu margen serena reguero de amapolas:
el cuerpo de Abu Said quebrado por la lanza
y la mano cruenta del Rey Pedro Primero.
"Margen serena"
¡Ay!, el reino de Taifa, cómo supo cantarte.
En tu lecho resuenan rumores de palabras;
Al-Motamid, monarca, poeta de Sevilla,
con bengalas y hachones te enciende y te recama
andaluces romances… ¡El cielo se ha hecho luna!
Y la Torre del Oro que doró Abu el Ola
el sardinel la bañas y tus aguas reflejan
temblorosas los prismas de tus rubias almenas.
"Guadalquivir del beso"
Y es que trasnochas lunas cuando cantas Sevilla
y apagado te acercas a ofrecerle tus algas
y el beso de tu aurora; y le bordeas el talle
con un cinto de adelfas, de mimbres y geranios.

Y cadete del céfiro – en locura de amores –
y a veces te desbordas por besar a Sevilla…
¡Y gira el Giraldillo, grumete de tu copla!

Tu inefable murmullo llega a Gades fenicia
y en Sanlúcar tú fundes – en revuelo de espumas –
con la sal mareante que le lleva hasta América
para errante mostrar la sagrada silueta
que del gran Isidoro reverberan tus aguas.
"Inefable murmullo"
Y abandonas la impronta de tu orilla de oro
y el fililí de espuma de tu beso de pétalo
en frisos y arquerías, mosaicos y atauriques.
Guadalquivir, mi calma navega por tus rumbos
con las más tibias brisas del sol de tus crepúsculos
y son mis dos pulmones velámenes henchidos
que respiran tus noches tan cargadas de estrellas.
Verdiceleste claro – tornasolando cielos –
tu líquido sendero – espejo de alboradas –
a las morenas Vírgenes, airosas, de Triana
les tremola un rocío amargo en las mejillas
que recogen altares en cálices de flores.
Y – el Cachorro – que expira en tu agua su agonía
se lleva en las pupilas la miel de tu mirada
y la sombra violeta de tus rejas de luna
pone al Cristo la anemia venosa de la muerte.
"Liquido sendero"
El azul de mi vida amanece contigo,
Guadalquivir del beso, del jazmín y del nardo…
y en una dulce barca tu calma me navega
tan llena de pretéritos en tu cielo de esmalte.

¡Te canto porque eres río de nuestras vidas
y embalsamas el seno más fecundo de España!...
.

Autor: Eduardo Ferreras
Poesía premiada con la Flor Natural en los Juegos Florales celebrados en Sevilla en el mes de Mayo de 1953.

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