Asomándose a Cazorla

Cazorla con la torre del Ayuntamiento al fondo
Una de las cosas buenas de nuestra España, es que no podemos agotarla nunca: ni en el descubrimiento personal de sus regiones, ni en la imaginación.
Luego de haber andado mucho por sus caminos y otro tanto por las Españas florecidas allende el Atlántico, llega un momento en que creemos que todo ha de ser repetición, réplica, puro traslado geográfico de un mismo escenario y de un mismo tipo de vida. Por suerte, como dicen los americanos hijos de Andalucía, o por ventura, como dicen los hijos de Castilla, esa creencia es falsa. La voz amiga nos invita a Cazorla, y camino a ella vamos imaginando, reconstruyendo con datos y similitudes, lo que nos ofrecerá ese enclave castellano, ese “Adelantamiento” en el reino de Andalucía. Ciudad con alcázar coronado en Castillo. Tradición religiosa simbolizada en un Cristo. Poblado con calles que fugan del sol. Vega rica. Praderas bíblicas. Variada tectónica de una sierra. Uno más entre todos los lugares de la región, repitiendo, con ligeras variantes, los tópicos arqueológicos y humanos, tradicionales y actuales, del solar andaluz. En eso vamos pensando, camino de Cazorla…

Paseo del Solar

Dios suele castigar con infinita dulzura nuestros pequeños pecados de soberbia. Habíamos sido tentados por esa forma de soberbia que consiste en creer que ya lo conocíamos todo, y Dios quiso que, en lugar de pulgar por ese pecadillo, gozáramos con la maravillosa sorpresa de nuevas sensaciones ante una visión inédita.
Porque Cazorla, no tiene par. Esta afirmación no es hija de una fugaz impresión, ni tampoco de una larga experiencia. Es, sencillamente que por el mero hecho de asomarse a Cazorla, ya tenemos un premio: conquistamos o cobramos (el lenguaje cazador se ajusta a su paisaje) una sensación de vida deliciosa… Como quiera Juan M. de Úbeda, su poeta, la ciudad es temblorosa y entregada al amor de las amapolas y al clamor de las espigas, pero la sierra, en la que nace el río, que empuja halcones para que se encuentren el aire citados por la música del fandango, la Sierra es verdaderamente única, entre todas las maravillas de la Sierra.

Peña de Los Halcones desde Riogazas
Parece que todo lo que la Sierra tiene de juego de titanes, de milenaria talla geológica, se humaniza, se ajusta a nuestra percepción y, hasta cuando nos sobrecoge con su inmensidad, lo hace como ofreciéndose a nuestra delicia sensorial.
La fragante esbeltez del pino y la grisácea masa de los olivos, dicen en medio de la Sierra de antiguos amores mediterráneos. De aquellos que empezaron en Tartesos. Amores del Mar con la Tierra, que engendran esa cosa imprecisa y real que es la europeidad. Aquí nace el Río, que no quiso desvanecerse ni diluirse en las aguas del Atlántico, sino que tuvo voluntad y gana, mimo y sueño, de llegar a las costas de América. Quizás para celebrar el cumplimiento de ese afán – celtíbero y árabe -, para conmemorarlo en forma permanente, vemos desde la altura a Cazorla enjardinada. Sí, se han llameado en flores los muros de Cazorla, se han perfumado de romeros y lavandas las perspectivas que arrancan de la Peña de los Halcones, se enredaron madreselvas y jazmines en los pórticos y las rejas. La piedra, la de la Sierra y la de los muros, se suaviza, se hace ingrávida, y se espiritualiza y alza la pura geología, como se alza y espiritualiza la labor del agro, cuando se ofrece en oración al Cristo del Consuelo.
Vista del Castillo
Cada hombre anda por el mundo con su propia alforja. La nuestra tiene mendrugos de historia. Con ellos vamos haciendo nuestro camino. Desde la Corredera, vamos iniciando esa marcha atrás – que paradójicamente empuja a adelante – que es repensar la crónica de Cazorla. Buen guía en el Padre Juan Ribera Recio, en cuyo libro “El Adelantamiento de Cazorla”, vamos encontrando el dramático y glorioso pasado de la comarca desde los tiempos de Don Rodrigo Jiménez de Rada hasta los del Cardenal Borbón. Modelos de obras de esta naturaleza, digamos al pasar. Pero, si todo esto: reminiscencias de Historia, soberbia del paisaje, dulzura del jardín, devoción al Cristo del Consuelo y reverencia a San Isicio, alegría del fandango, emoción de la caza, riqueza del agro, son otros tantos elementos, cuya fina armonía nos maravilla, dejaríamos de ser humanos y no nos encantara, sobre todo, el estilo de vida de sus habitantes. Palabra autorizada ha señalado la conjunción del País, con el Paisaje y con el Paisanaje, solo que aquí, esa conjunción se hace por - mor poético - . Y una embrujante poesía – muy semejante a la americana –hace de todo el conjunto de Cazorla ese lugar de – bien estar -, codiciadero para todo anhelo de paz.
Solamente nos hemos asomado a Cazorla, y ya nos hemos quedado prendidos en ella.
Escrito por D. Alfredo Sánchez Bella. Director del Instituto de Cultura Hispana. Año 1.952

Comentarios

  1. Hola pero que buenas fotos de Carzola, que me han encantado por que parece un pesebre con todas sus casas apiladas y pegadas a las montañas

    Saludos

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