El pino, ese árbol genial

Pinar mirando al Valle del Guadalquivir
¿Y no crees tú que ha llegado ya el momento de cantar un himno triunfal a toda esa masa de pinos que admiramos, siendo recreo de nuestras miradas relajantes y cobijo en los ratos de descanso, viendo a la Sierra como madre del más afortunado ser de la tierra?
Pinar desde el paseo de la Cerrada del Utrero
¿Y cuantos son los árboles que en la Sierra has podido abarcar con la vista en esos miles de rincones de ensueño? Muchos; quizás millones como para que no se acaben nunca si sabemos tratarlos y cuidarlos y sobretodo si sabemos defenderlos de los temibles incendios que se provocan por el menor descuido y por la malicia humana.
El árbol fue dedicado al culto por veneración tradicional del hombre al considerarlo como el templo a donde se acogían los dioses, pues los árboles fueron, según Plinio, los primeros templos de la Humanidad.
Pino magestuoso
Los caldeos simbolizaron al Árbol de la vida; los indios al Sama, animado por la sabia del continuo vivir, y sus dioses moraban en los penachos de las palmeras. Y las deidades paganas tuvieron cada una consagrado un árbol: la encina, a Júpiter; el olivo, a Minerva; el laurel, a Apolo; el pino, a Neptuno; el ciprés, a Artemio; el álamo, a Hércules…
Pinos en el camino del río Borosa
La influencia de los árboles y de los bosques en inspirar los sentimiento y carácter de los pueblos fue ya apreciada por la antigua Grecia, pues cuando los jóvenes abandonaban los hogares paternos, acostumbraban a escalar y recorrer sus montes (Parnaso y Olimpo), para crear los suyos propios, el uno como morada de las musas y el otro como mansión de sus dioses, que habría de bendecir sus nuevos hogares.
El pino y su río Borosa
La Sierra de Cazorla es toda una masa de pinos verdes que desde el nacimiento del más gitano y literario río Guadalquivir, sirven de guía y cauce para sus cristalinas aguas, erguidos, majestuosos, conscientes de que son bellos. Y es que el pino es un árbol genial, suave de contornos, envolviendo todo el año a la Sierra de un dulce verdor…



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